Historia

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sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Quién fue EDUARDO ABAROA?

Es el héroe boliviano por antonomasia de la guerra con Chile. Su nombre,  se ha dicho, "se alza sobre un pedestal de glorioso inmortalidad". Era de San Pedro de Calama, donde vino al mundo el 13 de octubre de 1838. Los lugareños lo apreciaban por su carácter apacible, y por su recta función en los modestos cargos municipales que desmpeñó.
El 14 de febrero de 1879 Antofagasta fue ocupada por tropas del coronel Emilio Sotomayor, sin más razón que la fuerza de las armas. Dos mil chilenos que vivían allí en condición de trabajadores, aprovechando la presencia de sus compatriotas atacaron la prefectura y el cuartel y desalojaron al medio centenar de gendarmes que había de guarnición. Al mes siguiente cayo el puerto de Cobija ante el empuje de las tropas  de desembarco de Williams Revolledo. Calama, un modesto villorrio bañado por el río Loa, fue entonces el punto de reunión de los ciudadanos que se habían visto obligados a dejar sus poblados. El abogado Ladislao Cabrera decidió entonces con la colaboración de Abaroa y otros personajes, entre los que se encontraba el subprefecto, combatir contra los chilenos. No eran muchos los defensores, ni contaban tampoco con buenas  armas para repeler el ataque. Unos dicen que sumaban apenas un centenar, y otros que un poco más, pero de todas maneras parece que no pasaban de 135 hombres, armados de fusiles y escopetas, carentes de instrucción militar. Los chilenos en cambio, se ascendían a 600. Un parlamentario, Ramón Espech, en nombre de su jefe el coronel Sotomayor, solicitó al doctor Cabrera que se rindiesen; pero este rechazó la propuesta, según Ricardo Ugarte en su folleto La primer Página en la guerra del Pacífico de la manera siguiente "Defenderemos hasta el último trance la integridad del territorio de Bolivia"
A sus valientes seguidores les dijo: "Conciudadanos, os debo una explicación del objeto que ha traído el parlamento que acabaís de ver  regresar al ejército enémigo que ocupa el mineral de Caracoles.Ha venidoa  intimarnos la rendición de la plaza y la entrega de nuestras armas. Conociendo yo vuestro abnegado patriotismo y vuestro incontrastable valor, he contestado: que defenderemos hasta el último trance la integridad del territorio de Bolivia...Que sepa Chile que los bolivianos no preguntan cuántos son sus enemigos,  para aceptar el combate. Compañeros, en cuanto a mí, no acostumbrado a la guerra es posible que no esté a la altura de la situación. Os conjuro a que me matéis, si en los momentos del peligro me vieseis flaquear"
El 23 de marzo los chilenosiniciaron el asalto, al mando del comandante Eleuterio Ramirez, del segundo de línea, con tres compañías que totalizaban 300 hombres, se sumaba a esta fuerza otra compañía del cuarto, jefaturada por el entonces capitán Juan José San Martín, que más tarde caería en Arica. Se contaba además con dos cañones de montaña, 120 cazadores a caballo, treinta mineros y otro grupo que Benjamín Vicuña Mackenna en su Historia de la Campaña de Tarapacá llama "antiguos cantores" Total 600 hombres.
Eduardo Abaroa defendía el puente de Topater con "doce rifleros". Ricardo Ugarte, ya citado, que participó en aquella jornada dijo: "Todo rechazo atraía mayor número de enemigos, y como era tenaz la resistencia (de Calama) fue redoblado cada nuevo ataque. Columnas cerradas venían en protección de las rechazadas"

¿Como murió Abaroa? Ladislao Cabrera (cochabambino nacido en Totora en 1830, abogado graduado en Arequipa, periodista del tiempo del general Manuel Ignacio de Vivanco) expresó, en el parte que elevó el 27 de marzo de 1879 al ministro de guerra, que fue hecho prisionero y fusilado. También el Boletín de la Guerra, de Sucre, en una nota suscrita por Ricardo Ugarte dijo lo mismo. Hay otra versión, sin embargo, sobre el trance final de Eduardo Abaroa. Cuando se le intimó rendición, según José Vicente Ochoa y Eduardo Subieta, en trabajos separados  Abaroa habría respondido: "¿Rendirme? ¡Que se rinda su abuela, carajo....!
Abaroa no llegaba a los cincuenta años de edad al caer derrumbado por las balas. Era, según Benjamín Vicuña Mackenna, "alto, rubio, bien plantado; tenía reputación de hombre honrado y formal"

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